No, no vamos hablar del argumento de ninguna película, ni vamos a debatir sobre mecánica cuántica, o metafísica. Vamos hablar de tecnología.
Es más vamos a dar un paso más allá y vamos a acotar el termino tecnología, ya que en su conjunto es demasiado amplio para se abordando de forma genérica. Hablemos pues de “tecnología social“ de Smartphones, de comunicación y de redes sociales. Útiles sin duda con moderación pero lo suficientemente adictivas como para quedar sumergidos en un mundo que puede terminar por hacer que pierdas otros aspectos de tu vida muy importantes. El debate lleva años en la calle y no es para menos, ya que el uso desmesurado de estas tecnologías puede tener consecuencias psicológicas muy poco positivas a largo plazo.
El ser humano es por naturaleza un ser social, tenemos la necesidad de relacionarnos con nuestro semejantes, estamos dotados de una corteza cerebral muy superior a la de otras especies de mamíferos y por ende hemos desarrollado un complejo sistema de comunicación; “el lenguaje”. Gracias a él hemos podido trasmitir conocimientos y enseñanzas entre nosotros, es por tanto el lenguaje y la capacidad de relacionarnos lo que ha hecho que evolucionemos y destaquemos por encima del resto de las especies.
El avance, desarrollo y uso de la tecnología en el campo de las comunicaciones ha hecho que seamos capaces de trasmitir más información y salvar las distancias, esto nos ha permitido si cabe evolucionar como especie, hemos ampliado nuestros conocimientos y nos ha hecho más “libres”. Pero también nos ha vuelto más solitarios, estamos perdiendo la capacidad de relacionarnos socialmente entre nosotros de una manera “no virtual” hasta tal punto que el objetivo final de su uso podría quedar desvirtuado llegando a sufrir una “involución” a la hora de relacionarnos con nuestro semejantes. Y es que sin duda el uso excesivo de la comunicación virtual nos hace perder capacidades de comunicación real, y no solo eso, también es capaz de hacer que descuidemos otras facetas personales que no solo son importantes para nuestro desarrollo como individuos, sino que también lo son para nuestra salud metal.[vc_single_image image=»17011″ img_size=»full» alignment=»center»] La pregunta del millón sigue en el aire; ¿el uso excesivo de la tecnología social nos atonta, nos aísla y nos convierte en seres menos sociales? La respuesta se encamina sin duda a un desenlace afirmativo, pues el uso de ella es aún muy reciente como para ver consecuencias negativas a más largo plazo. No sólo la multitud de estudios sociales llevados a cabo, también la investigación en el campo de la neurociencia dejan entrever que estas tecnologías, que llegaron para quedarse y hacernos las vida más fácil y entretenida, nos están perjudicando bastante más de lo que creemos.
Y no es para menos, recientes investigaciones apuntan que su desmesurado uso podría activar circuitos cerebrales similares a los que se activan en el consumo de sustancias adictivas, lo cual nos hace muy vulnerables a un uso razonable de ella. Esta adicción basada en mecanismos biológicos cerebrales esta sostenida por múltiples factores personales, psicológicos y sociales ya que entre otras características, nos permite huir de la rutina diaria y sumergirnos en un mundo de distracción, algo por lo visto necesario en un planeta cada vez más globalizado, competitivo y exigente. Nos sirve para evadirnos de los problemas del día a día, el trabajo, el estrés, o el aislamiento social impuesto por el tipo de vida que llevamos en determinadas ocasiones… hasta tal punto que muchísima gente termina desconectado de la realidad, o mostrando una imagen muy artificial de sí mismo mediante su uso. En muchas ocasiones no somos conscientes de ello, pudiendo llegar a convertirnos en personas más vulnerables desde el punto de vista emocional, y es que estudios psicológicos han llegado a demostrar como el uso desmesurado de las “tecnologías sociales” nos termina convirtiendo en personas más inseguras o desarrollando una baja autoestima.
Esta genial tener contactos con amigos que sería imposible hacerlo de manera frecuente por la distancia, que un aficionado a la fotografía o a cualquier otro hobbie pueda dar a conocer su afición y contactar con otras personas que compartan sus gustos, o dar a conocer tu negocio pudiendo ampliar tu clientela y ofreciéndoles servicios a las personas… desde luego que en estos casos son excelentes por que pueden mejorar muchas facetas de nuestra vida.[vc_single_image image=»17012″ img_size=»full» alignment=»center»] De hecho no son perjudiciales en sí mismas, más bien todo lo contrario, lo perjudicial es el uso que lleguemos hacer de ellas; cabría analizar qué se esconde detrás de una persona que cuelga 800 fotos de sí misma, que necesita demostrar y por qué, o que carencias afectivas puede llegar a tener. O esa persona que en una fiesta o reunión social está todo el rato pendiente de su Smartphone, desconectada de disfrutar del momento “real“ que le rodea, por poner un ejemplo.
Al final la cuestión no deja de ser como todo, el uso inteligente y equilibrado de estas tecnologías nos pude facilitar mucho la vida, recordar cabe que ningún extremo es bueno. Sin embargo la tendencia al mal uso, hace que nos perdamos otras facetas importantes de nuestro día a día, o que no estamos pendientes de cosas más relevantes que por cuestiones personales de cada uno sí podrían serlo.
Poder compartir determinados aspectos de nuestra vida o comunicarnos con otras personas mediante el uso de la “tecnología social“ es divertido y enriquecedor en algunos aspectos, pero ojo, no deja de ser una forma de comunicación aislada, un mensaje lleno de contenido, pero vacío de emociones o interpretaciones erróneas de las mismas. Hay que tener en cuenta que relacionarse cara o cara, conocer gente nueva o compartir actividades, viajes, ocio… fuera del mundo virtual puede llegar a ser mucho más enriquecedor que un simple mensaje de texto o de voz, que una video-llamada o una fotografía. Y es que nuestro cerebro está desarrollado para interactuar con los demás y el mundo que nos rodea de manera “real”, porque no solo es capaz de interpretar un lenguaje hablado o escrito, la comunicación entre seres humanos es mucho más rica e intervienen otros factores como el lenguaje expresivo, el lenguaje corporal a través de los gestos etc… lo mismo ocurre con las experiencias y la interacción real con el mundo que nos rodea. En una palabra somos capaz de captar emociones a través de la interacción personal, directa y física con nuestros semejantes, algo que a través del uso de las “tecnologías sociales“ para comunicarnos es bastante difícil, o en la mayoría de los casos suele estar sesgada. Y es que más allá de la uso de la tecnología en cualquiera de sus formas como mero vehículo de información para relacionarnos con nuestros semejantes o nuestro entorno, nuestra interacción directa no deja de ser con una maquina o dispositivo, aunque detrás de ellas haya un emisor y un receptor.
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